La ternura nace de la afectividad y se desarrolla a base de las sensaciones de atracción física. Experimentamos ternura hacia una persona, cuando tomamos conciencia de los lazos que la unen con nosotros. La conciencia de estos lazos, de la vida de una sociedad, en la actividad o en el sufrimiento, nos hace pensar enternecidos , no sólo en los hombres, también en los animales que comparten nuestra suerte.
Sentimos ternura con los seres a los que estamos tan unidos y con los que somos capaces de ponernos en su lugar y de experimentar su estado interior en nuestro propio yo. Por ello la ternura está muy cercana a la simpatía, que en un sentido etimológico significa compasión del estado interior de un ser, de hecho se puede considerar como una consecuencia de la ternura, aunque a veces se manifieste en el hombre de manera independiente a ésta.
La ternura es también una sensibilidad con los estados del alma del otro, y se manifiesta al exterior porque se siente esa necesidad. Es una manera de expresar que sentimos sus estados interiores, y que ese semejante note que lo compartimos y vivimos también.
La ternura nace, por lo tanto, de la comprensión del estado en el cual se encuentra el alma del otro y tiende a decirle lo íntimamente que se está unido al mismo sentimiento.
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